La verdadera historia del siglo XXI

von: Francisco José Roldán Gómez

Editorial Bubok Publishing, 2018

ISBN: 9788468520735 , 414 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: frei

Mac OSX,Windows PC für alle DRM-fähigen eReader Apple iPad, Android Tablet PC's Apple iPod touch, iPhone und Android Smartphones

Preis: 2,99 EUR

eBook anfordern eBook anfordern

Mehr zum Inhalt

La verdadera historia del siglo XXI


 

 

 

 

 

 

Laura tenía un problema. Un amigo le había enviado un cuadro, un retrato de él, para más señas, y se veía en el compromiso de colgarlo en su casa.

El cuadro era un poco raro; pero solo un poco, y su amigo no había salido mal del todo; pero no estaba segura de querer tener en casa esa presencia. ¿Por qué?

Sin darse cuenta del todo, se puso a pensar en su amigo. La primera palabra que vino a su mente fue “psiquiátrico”. Su amigo decía ser inocente; pero los psiquiatras no opinaban así. Ella no entendía de eso; pero, si le habían metido tantas veces en esos sitios, por algo sería. Sin embargo, Francisco, que así se llamaba el retratado, decía que las personas nacemos y vivimos con defectos; pero que también podemos llegar a superarlos.

Lo que más preocupaba a Laura es que Francisco sostenía no tener defectos psiquiátricos, y que la persecución hacia su persona había que englobarla en la lucha entre el Bien y el Mal. ¿Sería el cuadro un elemento más dentro de esa lucha? ¿Sería ella parte beligerante en la contienda?

Laura puso una rítmica música de jazz. Francisco debe estar completamente loco. Me parece que su retrato va a ir directamente al desván.

Riiiing, riiiing…

-Dígame

-Somos del Departamento de Salud Mental. Tenemos entendido que usted ha recibido un cuadro de un paciente. No haga nada con él. Pasaremos a recogerlo.

-Pero… ese cuadro es mío… Han colgado.

En esto alguien llamó a la puerta de su casa.

Ding dong

Laura abrió sorprendida de que los del Departamento hubieran llegado tan pronto. Pero no eran ellos, sino su amigo Manolo, activista del grupo “Paremos los pies a los psiquiatras”

-¿Tú aquí?

-Sí, hija, no podemos perder ni un minuto, tienes que darme el cuadro de Paco antes de que lleguen ellos.

-Pero… ¿y qué les digo?

-Cualquier cosa… que te lo han robado… que ha desaparecido...

-¿Y si me llevan a mí al psiquiátrico?

-No te preocupes, que eso no va a pasar. Tenemos que hacerlo por Paco.

-¿Dónde está ahora Francisco? ¿Por qué me ha enviado su retrato?

-Haces demasiadas preguntas. Paco está ahora en un lugar seguro; pero los del Departamento le siguen los pasos. Ya ves cómo se han enterado de lo del cuadro. Vamos, no perdamos más tiempo, que pueden presentarse en cualquier momento.

-De acuerdo. Mucha suerte y cuidaros mucho.

-Igualmente. Adiós.

No hizo más que subirse a la moto, y ya los del Departamento aparecieron al fondo de la calle con su inconfundible coche gris. Manolo aceleró todo lo que pudo; pero ya era tarde, los agentes habían visto que se llevaba el cuadro. Sin embargo, no se dieron prisa en ir tras Manolo, sino que decidieron parar ante la casa de Laura. El conductor se quedó esperando en el coche, y los otros dos subieron como si no supieran nada.

-Buenos días, somos del Departamento S.M., y veníamos a recoger un cuadro.

Laura, que había aprovechado esos minutos para sacar otro cuadro de un armario, les dijo:

-Aquí tienen.

-No es esto lo que buscamos, sino un retrato

-A lo mejor se han confundido al enviármelo

-Señorita, usted sabe muy bien qué venimos a buscar. Díganos solamente dónde se lo han llevado, y la dejaremos en paz.

-Les digo que es este el cuadro que yo tengo

-¿No quiere colaborar? Hemos visto cómo se lo llevaba un motorista. Díganos quién era.

-Aquí no ha venido nadie

-No les servirá de nada lo que están haciendo por ese paciente. Acabará otra vez en el psiquiátrico, y no volverá a salir de allí, que es donde tiene que estar. Esta vez, ya no le meteremos en uno de breve estancia.

-Son ustedes unos monstruos. ¿Qué ha hecho Francisco para que le traten así?

-Sabe demasiado. Su ciencia es muy poderosa. Tenemos que evitar que cambie la sociedad.

-Eso no está al alcance de Francisco. Solo el que cambien las personas que quieran. El cambio es interior.

-Me parece que usted ya ha cambiado.

-Qué va. Hasta pensaba meter el cuadro en el desván.

-Pues siga así, y no tendrá problemas.

 

*

 

Manolo dejó la calle de Laura a toda velocidad, y se dirigió hacia el oeste de la ciudad. Estaba preocupado por Laura y por Francisco. ¿Por qué diantres se le habría ocurrido a Paco enviar a Laura ese cuadro? ¿Estaría enamorado de ella? Porque Francisco siempre solía meter la pata en esas cosas, como si no tuviera ya bastante con lo suyo. No quería inmiscuirse en los asuntos privados de los demás; pero luego le tocaba a él sacar las castañas del fuego.

Acortó por el Parque y se sintió mejor. Algo tenía la Naturaleza, algo mágico y sobrenatural que nos pone en contacto con todo ese mundo al que se refería Francisco. Sol, aire, agua, hierba, árboles, flores…

En diez minutos llegaría a la guarida secreta en la que se refugiaba Francisco. Él sabía que los del Departamento le habían visto llevarse el cuadro; pero ¿Por qué no le habían seguido? ¿Estaría Laura también en peligro?

 

*

 

-Por fin. Hogar dulce hogar. ¿Dónde está Paco? Le tengo dicho mil veces que no se comunique con el exterior, que nos siguen estrechamente los pasos. Menos mal que yo también tengo mis contactos, y me avisan; pero estamos llegando a un punto en el que tenemos que movernos con muchísimo cuidado si no queremos acabar todos en uno de esos centros de tortura que tiene el Departamento de Salud Mental.

-Perdona, Manolo. Solo quería hacerle un regalo especial a Laura; pero tienes razón. Ha sido una gran imprudencia por mi parte. Llevo tanto tiempo perseguido por esa gente, que ya se me olvida que he de tomar precauciones. Cada día es un nuevo reto para mí, y me enfrasco en mis cosas, quedando las amenazas sepultadas en el olvido. Aunque sean reales, pierden toda su realidad ante mis ojos.

-Te comprendo; pero menos mal que estoy yo, y que alguien tiene los pies en la tierra.

-Siempre te agradeceré lo que estás haciendo por mí. Desde que dejé mi trabajo porque ellos se presentaban allí para detenerme, tú te has ocupado de todo. Dios te ha escogido como instrumento para que el Bien triunfe y salga adelante. Ahora nos da la impresión de que nos encontramos en un callejón sin salida, en el que nunca podremos vencer, sino que será sepultado por su marea negra. Pero eso es un espejismo, en realidad estamos venciendo, nuestra razón y nuestro espíritu están sepultando los suyos.

-Ojalá tengas razón, porque yo me estoy desanimando un poco.

-Manolo, ven a mi cuarto, que tengo que hablar contigo

 

*

 

-Estamos recorriendo un largo y difícil camino. Somos muy pocos contra muchos. Para mí, cada paso que doy es una victoria, sobre todo porque lo hago de la mano de Dios y de Mi Diosa; pero a veces veo también todo lo que queda por delante. Tú ni siquiera tienes el alivio de ver las victorias, y te temes lo peor. No quiero ser una carga para ti…

-No sigas, Paco. Tus ahorros se agotaron hace tiempo, y sabes que siempre podrás contar conmigo. Además, creo en lo que haces. No sé si lograrás salir adelante algún día; pero si lo consigues, yo estaré ahí para verlo.

-Te lo agradezco de veras, Manolo. Otro ya habría tirado la toalla. En cambio, tú sigues silbando por la mañana. Por cierto, que silbas estupendamente.

-Gracias. No eres el primero que me lo dice. Estoy harto de tanta gentuza, que solo saben hacer daño a los demás, en especial si trabajan por mejorar las cosas.

-Yo tampoco comprendo cómo pueden ser así. Pero el Estado les apoya. Sin embargo, el cielo es más que el Estado. La felicidad que nosotros sentimos cuando avanzamos, ellos no la conocerán nunca.

-Paco, me vas a perdonar; pero tengo que irme

-No te preocupes. Adiós, Manolo.

 

*

 

Francisco puso en marcha el ordenador, y se dispuso a continuar el libro que estaba escribiendo. Los últimos libros no los había publicado, y este aún no sabía si vería la luz; pero Manolo sí los leía y le gustaban. A Francisco le bastaba con la aportación personal que le llegaba de sus obras, pues no escribía por escribir, sino siguiendo el hilo conductor de la inspiración, de la necesidad, de la realidad. Daba igual de qué tratara el libro. Todos tenían algo grande y puro, un sol que solo poderosos nubarrones podían eclipsar. El mundo estaba rodeado de nubes, y la gente se había acostumbrado a vivir así, en tinieblas. El Departamento era la muestra visible; pero representaba a la mayoría. Él y sus amigos andaban como equilibristas en la cuerda floja, la cuerda del ser y la verdad; pero cada vez lo hacían mejor, y nadie se atrevía a meterse con ellos. Al contrario: los otros trataban de aprender. ¿Sería este libro el definitivo? ¿Conseguiría convertirlo en algo capaz de arrastrar hacia el Bien? Sus libros los leía muy poca gente, Manolo, Ricardo, Luis, Juan Luis…; pero a Francisco eso le bastaba. Nunca sería un autor de mayorías. Escribiría para sus amigos, y para él. Eso no era perder el tiempo entre tanta necesidad de verdad y autenticidad como les rodeaba. Triunfar era solo eso, continuar, haciendo las cosas bien. ¿Les dejarían tranquilos...